viernes, 13 de junio de 2014

Manucho jugará con Bueno en el Rayo

El delantero angoleño concluye una irregular etapa de cinco temporadas, una cedido en el fútbol turco, en el Real Valladolid. Prometió cuarenta goles en un año y se marcha con apenas diecinueve en cinco. Precisamente los madrileños han sido su rival más propicio con tres dianas.

Manucho celebra uno de sus dos goles en la victoria (6-1) al Rayo
en la temporada 2012/13. Fotos: www.realvalladolid.es
El Real Valladolid se queda sin delanteros. Tras los fichajes de Javi Guerra por el Cardiff City y Daniel Larsson por el Granada y la salida del colombiano Humberto Osorio, Manucho ha cerrado este viernes su fichaje por el Rayo Vallecano. El angoleño, que finaliza contrato el próximo día 30, se desvincula de una entidad en la que, para bien y para mal, no ha pasado desapercibido.

“Mi meta es marcar entre treinta y cuarenta goles”. Manucho comenzó con mal pie en Zorrilla. Aquella generosa promesa de cuarenta goles en su primera Liga ha marcado su irregular paso por el Real Valladolid, en especial en sus tres primeras malas temporadas, la segunda cedido en dos modestos equipos turcos (Bucaspor y Manisaspor). El delantero angoleño, más integrado en los objetivos del club, mejoró su rendimiento en las dos últimas campañas.

Manucho se despide con diecinueve goles, quince en Primera y cuatro en Segunda, en 99 partidos oficiales (52 como titular). Muy lejos de los números prometidos. Curiosamente, el Rayo ha sido su rival más propicio: tres goles, todos en Primera en la temporada 2012/13. El angoleño mejoró entonces su deteriorada relación con la grada hasta el punto de esperar su continuidad en Segunda con las salidas de Guerra y Osorio. El club no ha podido competir con una oferta de Primera.

Internacional con Angola, Manucho aterrizó en Valladolid en el verano de 2009 procedente del Manchester United, donde apenas jugó, a cambio de casi tres millones de euros. Un desembolso solo superado por los fichajes de Alberto Bueno e Isailovic en la historia del Real Valladolid. Fue una de las cabezas de turco de aquella infausta campaña, el penúltimo descenso a Segunda.

La promesa goleadora de pretemporada se redujo a cuatro escasos goles en veinte partidos. Zorrilla se desesperaba con el estilo del angoleño, tan eficaz en el juego aéreo, gracias a sus 188 centímetros, como torpe con el balón en los pies. Unas carencias técnicas y unos problemas de adaptación al fútbol español que le costaron rápido su puesto de titular. Mendilibar no perdonó su falta de intensidad.

Regresó al once con Onésimo y, sobre todo, con Javier Clemente. El técnico vizcaíno, que rozó la proeza de la permanencia, acertó con la pareja Manucho-Diego Costa. El angoleño fue decisivo en dos importantes victorias ante Sevilla (en Zorrilla) y Sporting (abriendo el marcador en El Molinón). Un correcto final de temporada en un primer año discreto con la camiseta del Real Valladolid, que optó por cederlo al fútbol turco.

Manucho no triunfó en Turquía y volvió a Zorrilla para buscar el ascenso en la primera temporada de Miroslav Djukic en el banquillo. No fue un año positivo. El angoleño no entraba en los planes de Djukic. Debutó en la Liga en la novena jornada. Javi Guerra era el indiscutible titular. La actitud de Manucho había, no obstante, cambiado. La reconciliación con la grada había arrancado.

Manucho anota su último gol como blanquivioleta ante el Almería.
El delantero africano solo marcó cuatro goles en dieciocho encuentros (tres como titular) pero significaron puntos importantes. Anotó el tanto de la remontada (2-1) ante el Numancia y el doblete de la victoria (2-1) ante el Villarreal B. Además, en un duelo directo por el ascenso en Riazor ante el Depor, consiguió el empate (1-1) a punto de concluir el encuentro. Manucho no marcaba cuarenta goles por temporada, pero ya aportaba su granito de arena al equipo. Tuvo, sin embargo, la desgracia de provocar un empate en Zorrilla ante el Hércules con un autogol. Un resultado que alejó el ascenso directo.

Djukic seguía sin confiar por completo en el angoleño. Junto con Alberto Bueno, estuvo apartado hace dos veranos. El club quería forzar la salida de ambos, suplentes habituales y con las fichas más altas del vestuario. Ninguno quiso salir. Y ambos terminaron sumando en el objetivo de la permanencia. Manucho firmó incluso su mejor temporada en Valladolid: ocho goles, con dos dobletes ante el Rayo Vallecano y el Real Madrid, en 25 partidos, diecinueve como titular.

Con Juan Ignacio Martínez, tras un verano con rumores de traspaso (una constante en la trayectoria de Manucho en Zorrilla), regresó al banquillo. Sus números bajaron: 26 partidos, pero solo ocho como titular, y tres goles. Cumplió cuando fue requerido por Juan Ignacio para aprovechar su corpulencia. Lesionado contra el Espanyol a cuatro jornadas del final de la Liga, se recuperó a tiempo de un esguince de rodilla para luchar por la permanencia. Un esfuerzo sin premio.

El hombre de los cuarenta goles por temporada cambia de aires. En Valladolid deja un irregular recuerdo, una intensa relación de amor-odio con la afición que se corta, irónicamente, cuando se había ganado el respeto de buena parte de la grada.