viernes, 5 de agosto de 2016

Río 2016: Los primeros Juegos de Sudamérica

Las Olimpiadas de Verano, en su trigésima primera edición en la era moderna, descubren nuevos territorios, más allá de los escenarios tradicionales de las opulentas Europa, Norteamérica y Asia Oriental. Le toca a la otrora pujante Brasil, que ya hace dos años en el Mundial de fútbol evidenció una grave crisis económica, social y política que ha ido a más, con la presidenta Rousseff actualmente suspendida. Los brasileños no están para Juegos, cuyo coste no se ha querido precisar. La epidemia del Zika y la resurrección de la ‘Guerra Fría’ con el Informe McLaren, con la acusación de dopaje de Estado en Rusia, han hecho el resto y dejado al deporte en un muy segundo plano.

Rusia, casi fuera / Bolt tras Phelps / El listón de las 20 medallas / Barcelona lo cambió todo Río se sobrepone a la picadura del Zika


Río 2016. ‘Um Mundo Novo’ (‘Un Mundo Nuevo’).


De Ciudad Hidalgo al Cabo San Pío, en Tierra de Fuego, los extremos más meridionales de México y Argentina, respectivamente.

Entre medias, casi 19.000.000 de kilómetros cuadrados que albergan a 32 países y más de 500 millones de habitantes.

Y, pese a todo, el olvido histórico del olimpismo… hasta ahora.

Buenos Aires se quedó a solo un voto de organizar los Juegos de 1956, que cayeron en Melbourne.

Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 merecen ese calificativo, a menudo tan gastado, de histórico. Pase lo que lo pase, los Juegos de Río son y serán verdaderamente históricos. El Comité Olímpico Internacional (COI) ha descubierto Sudamérica.

Una oportunidad única para un subcontinente injustamente marginado.

Brasil, la gran potencia económica de la zona, y Río de Janeiro, la ciudad más internacional, tienen la responsabilidad de reivindicar a Sudamérica. Como reza el lema de Río 2016: ‘Um Mundo Novo’ (‘Un Mundo Nuevo’).

Pero los Juegos de Río 2016 no llegan en un buen momento.

El despertar económico y social de Brasil no es como nos lo habían contado.

El mundo lo descubrió hace dos veranos, coincidiendo con el Mundial de fútbol que organizó también Brasil. El Mundial de la discordia.

En las calles de uno de los países más futboleros del planeta, se habló mucho más de desigualdad, injusticia, pobreza y corrupción que de fútbol. Brasil había cambiado menos (desafortunadamente) de lo que nos habían pregonado.

La euforia de los Juegos de Río 2016 se ha ido apagando paulatinamente, al ritmo del crecimiento de la crisis económica, social y política brasileña, desde su nominación en Copenhague el 2 de octubre de 2009.

Río entusiasmó. A su tradicional cara amable y festiva se unió una notable mejoría económica y social, con el Gobierno de Lula. Río, conocida popularmente como la Cidade Maravilhosa (Ciudad Maravillosa), se sentía lista para organizar unos Juegos Olímpicos, y el COI estaba en deuda con Sudamérica. Madrid recibía la segunda desilusión consecutiva. Tokio, que se redimió para los Juegos de 2020, y Chicago, pese al apoyo de Obama en pleno boom del ‘yes, we can’, se rendían también ante Río.


Manifestaciones a favor y en contra de Lula y Dilma Rousseff.
Casi siete años después, los primeros Juegos Olímpicos de la historia en Sudamérica se celebrarán en un país envuelto en una gravísima crisis política.

Brasil no atraviesa una situación idílica tras más de dos años de importantes movilizaciones en la calle.

Los escándalos de corrupción, con Petrobas al frente, han dilapidado buena parte de la herencia y el prestigio de Lula y su heredera, Dilma Rousseff, los padres de Río 2016. Y no todo ha sido malo, ni mucho menos. Pero la mancha de la corrupción lo inunda todo.

Rousseff está apartada desde mayo, con un proceso abierto de impeachment, por supuestas ilegalidades en las cuentas públicas. En su lugar, un presidente interino, Michel Temer. Rousseff no se ha cortado a la hora de definir a Temer como “un traidor” y “un usurpador”. Tensión política que se ha trasladado a las calles. Un país más dividido de la cuenta como organizador del evento deportivo más importante del mundo.

La pitada a Temer, al que el COI ha reservado diez segundos en la ceremonia de la inauguración en el templo del fútbol brasileño (Maracaná), está más que asegurada.

El desplante diplomático de los vecinos sudamericanos, también.

Brasil ha progresado muchísimo en la última década, pero no lo suficiente. Brasil sigue siendo Brasil, con sus defectos de siempre, como la desigualdad económica o la inseguridad. El Brasil de las favelas sigue ahí. El mismo gigante con los pies de barro.

La economía brasileña se contrajo un 3,8% en 2015, el peor dato en 25 años. Y la caída no se ha detenido. El PIB frenó un 5,4% en el primer semestre de este 2016.

Un éxito de Río 2016 (5-21 de agosto) aliviaría parcialmente la crisis brasileña, al menos en el panorama internacional, pero no parece que vaya a cambiar nada en la sociedad brasileña, al menos a corto y medio plazo.

En Brasil, la gente no habla de los Juegos con una sonrisa en el rostro. Una reciente encuesta del diario Folha de Sao Paulo cuantifica en un 50% el porcentaje de brasileños contrarios a los Juegos. Y casi dos de cada tres, el 63%, considera que los Juegos traerán más problemas que beneficios.

El alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, ha dado largas para responder al coste real de los Juegos y no calentar aún más el ambiente social. Como poco, 10.750 millones de dólares, que se suman a las inversiones previas para los Juegos Panamericanos de 2007 y el Mundial de fútbol de 2014. Una factura, la del Mundial, según el Gobierno brasileño, de 10.600 millones de dólares, de los que 3.600 millones fueron para los doce estadios.



Maracaná y el Estadio Olímpico Engengao Joao Havelange.
Los Juegos de Río se dividen en cuatro grandes zonas: Maracaná, Deodoro, Copacabana y Barra da Tijuca. Más las subsedes olímpicas de Brasilia, Sao Paulo, Salvador de Bahía, Belo Horizonte y Manaus en el torneo de fútbol.

Los Juegos Panamericanos 2007 y el Mundial de Fútbol 2014 le hicieron el trabajo a los Juegos de Río en Maracaná. El homónimo estadio, una reliquia en el fútbol mundial, acogerá las ceremonias de inauguración y clausura, además de las finales de fútbol. Mientras, el Estadio Olímpico Engengao Joao Havelange albergará las pruebas de atletismo. Dos grandes infraestructuras previas a Río 2016, como el Maracanazinho, sede del voleibol, deporte con gran tirón en Brasil. No faltará tampoco el mítico Sambódromo, con el maratón.

Deodoro es la segunda gran zona de los Juegos, con competiciones de rugby a siete, hockey sobre hierba, hípica, pentatlón moderno, tiro, mountain-bike y baloncesto. Los Juegos Panamericanos 2007 también han ayudado con el Centro Ecuestre y el Centro de Hockey. El Arena de la Juventud, donde se jugarán partidos de la primera fase del torneo femenino de baloncesto, y el temporal Estadio de Deodoro, para el rugby a siete (novedad en el programa olímpico junto con el golf), sí son infraestructuras nuevas.

Las aguas de la mítica playa de Copacabana vivirán las competiciones de vela, natación en aguas abiertas, triatlón, piragüismo, remo y voley playa. Y con no poca polémica por el estado del mar. La Bahía de Guanabara está sucia, muy sucia. Río 2016 no ha hecho los deberes. Aguas residuales en una cita olímpica. Nadar o navegar entre basura, entre mierda.

Barra da Tijuca, con las excepciones de Maracaná y el Estadio Olímpico, será el corazón de los Juegos. Se ha llevado el mayor de los esfuerzos de Río 2016. Y refleja las contradicciones internas de Brasil y el mismo Río, del que incluso quiso independizarse. Barra da Tijuca, con unos 350.000 habitantes (entre ellos el mismo alcalde de Río), poco tiene que ver con el Río de Janeiro más clásico y real. Es “otra ciudad”, para los mismos cariocas, a una hora del centro de Río. Vertebrada alrededor de una gran avenida de cuarenta kilómetros, un barrio de nuevos ricos con urbanizaciones y, eso sí, generosas playas vírgenes.

El Parque Olímpico (con nueve estadios), el centro de convenciones Río Centro, la Villa Olímpica (mal equipada y peor terminada para desolación de muchos deportistas) y el Centro de Prensa están en Barra da Tijuca.


Arriba, Arena Carioca 1 (baloncesto) y abajo Arena Olímpico (gimnasia).
Dieciséis deportes (baloncesto, ciclismo de pista, gimnasia artística, gimnasia de trampolín, gimnasia rítmica, balonmano, judo, lucha grecorromana, lucha libre, natación, natación sincronizada, waterpolo, saltos, taekwondo, esgrima y tenis) se celebrarán en el Parque Olímpico, en una superficie de más de un millón de metros cuadrados.

Río 2016 ha echado el resto en el Parque Olímpico: Arena Carioca 1, 2 y 3 (512,7 millones de dólares), Estadio Olímpico Acuático (65,8 millones), Estadio Olímpico de Tenis (57,9 millones), Velódromo Olímpico (41,7 millones), Arena Futuro (40,4 millones), Arena Olímpico (38,4 millones) y el Centro Acuático María Lenk (6,4 millones).

Una herencia para un nuevo Brasil o una condena a la griega.

El centro de convenciones Río Centro, construido en 1977, vivirá los torneos olímpicos de bádminton, boxeo, halterofilia y tenis de mesa.

También en Barra da Tijuca, se ubica el campo olímpico de golf y el circuito de ciclismo en ruta.

Los primeros Juegos Olímpicos de Sudamérica llegan envueltos en muchas dudas. Por si no fuera poco con la gran crisis económica, social y política que atraviesa Brasil y el alto desembolso en las infraestructuras, alguna de las cuales, como la Villa Olímpica, en mal estado, los Juegos de Río 2016 tienen otros dos muy serios problemas: el Zika y el Informe McLaren.

Del Zika se lleva hablando meses y meses, en concreto desde que en abril del año 2015 se descubriera un brote en Brasil, epicentro de la epidemia. Inmediatamente, se empezó a cuestionar la conveniencia de los Juegos en Río con el Zika merodeando. La OMS (Organización Mundial de la Salud) declaró el pasado 1 de febrero la emergencia sanitaria global por el Zika.

La OMS define el Zika como:

“Una enfermedad causada por un virus transmitido principalmente por mosquitos del género Aedes.

Los pacientes con enfermedad por el virus del Zika pueden presentar síntomas tales como: fiebre no muy elevada, exantema, conjuntivitis, dolores musculares y articulares, malestar o cefaleas, que suelen durar entre 2 y 7 días.

Hay un consenso científico sobre la relación causal entre el virus del Zika y la microcefalia y el síndrome de Guillain-Barré. También se están investigando las relaciones con otras complicaciones neurológicas”.


El Zika ha disuadido a algunos olímpicos de acudir a Río.
Más de 150 científicos de todo el mundo suscribieron una carta pública, a mediados de julio, advirtiendo de los riesgos de los Juegos del Zika: “Se toma un riesgo innecesario cuando 500.000 turistas extranjeros, provenientes de todo el mundo, acuden a los Juegos y se exponen a la cepa, antes de volver a sus países, donde la infección puede volverse endémica (…). Nuestra mayor preocupación es la salud pública mundial. La cepa brasileña del virus del Zika afecta la salud de manera que la ciencia nunca había observado antes”.

Nadie mejor que Pau Gasol, hijo de madre médica y padre enfermero, para resumir el sentir de la mayoría de los deportistas olímpicos con el Zika y la postura final para participar en los Juegos.

Gasol, en una comparecencia pública a finales de mayo, barajó saltarse la cita olímpica:

“Espero que los comités y las organizaciones sanitarias internacionales informen de la situación real en Brasil para que los atletas tomen sus decisiones con todas las consecuencias. Estoy siendo proactivo para obtener la mayor información posible porque me siento responsable de formar y concienciar a la gente.

Veremos lo que acaba sucediendo, pero se tiene que anteponer la salud de los deportistas y de las familias y aficionados que viajarán a Brasil. No me extrañaría que hubiera muchos que no quisieran poner en riesgo su salud y la de sus familias. Lo he hablado con bastantes compañeros y estoy en contactos con científicos y expertos que me pasan información privilegiada. Hay que entender la gravedad de la situación y algunos se están planteando tener familia, y eso puede afectar. Eso es lo primero por encima de unos Juegos. Yo lo estoy valorando también como cualquier persona. Es para valorarlo”.

Gasol zanjó la reflexión un mes después: Sí a Río 2016, pese al Zika:

“Cuando tienes una edad, nunca se sabe cuál será el último campeonato que disputes. Cada torneo que se presenta es aún más especial que el anterior porque no se sabe cuál será el siguiente o si habrá más oportunidades. Mi responsabilidad fue la de alertar sobre el Zika porque es un tema grave. Y mi responsabilidad es ir con la selección a estos Juegos”.

Pero no todos han cambiado de idea como Pau Gasol. El Zika ha disuadido a algunas primeras figuras del deporte mundial, en especial en dos competiciones que mueven mucho dinero lejos de la fiesta olímpica: golf (que regresa a los Juegos, ausente desde 1904) y tenis. Río 2016 era una cita prescindible.

No serán olímpicos los cuatro mejores golfistas del momento: el australiano Jason Day (número uno), los estadounidenses Dustin Johnson y Jordan Spieth (números dos y tres) y el noirlandés Rory McIlroy (número cuatro). Tampoco algunos de los mejores tenistas como el canadiense Milos Raonic, el checo Tomas Berdych, la rumana Simona Halep y los mencionados doblistas estadounidenses Mike y Bob Bryan.

El Zika explica las ausencias, como demuestran las palabras de McIlroy o Halep: “Después de hablar con mi gente, me he dado cuenta de que mi salud y la de mi familia están por encima de cualquier cosa. Incluso aunque el riesgo de infección es bajo, es un riesgo que no quiero tomar” (Rory McIlroy). “Después de varias conversaciones con los médicos y mi familia, llegué a la conclusión de que los riesgos son demasiado altos para mi carrera y para mi salud, especialmente como mujer. La familia es demasiado importante para mí y no puedo correr el riesgo de no ser capaz de tener mi propia familia después de que mi carrera en el tenis haya terminado” (Simona Halep).

Otros, como el vigente campeón olímpico y mundial de salto de longitud, el británico Greg Rutherford, sí estarán en Río, pero con precauciones. Rutherford ha congelado su esperma: “Mi mujer y yo queremos tener más hijos y no nos gustaría ponernos en una situación de riesgo que podríamos haber evitado”.

Y es que el aspecto más polémico del Zika tiene que ver con las embarazadas y los posibles futuros padres.

“La OMS ha aconsejado a las mujeres embarazadas o que planeen estarlo que no viajen a lugares en los que haya riesgos de transmisión del Zika. Para los esposos o compañeros que deban hacerlo, es recomendable que se hagan un test al regresar”, ha recordado Margaret Chan, directora general de la OMS, en la previa de los Juegos.

Y tras meses y meses hablando del Zika, el devastador Informe McLaren a tres semanas de Río 2016.

El abogado canadiense Richard McLaren, autor del Informe McLaren.
El Informe McLaren denuncia el dopaje sistemático de Estado organizado en Moscú entre, al menos, 2011 y 2015. Ha estado a punto de dejar a Río 2016 sin deportistas rusos. No será así…, por completo. El COI (Comité Olímpico Internacional), con una posición dubitativa, ha rechazado la petición de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) de castigar a todo el deporte ruso. Sí faltarán el atletismo, con la estrella Isinbayeva al frente, la halterofilia y miembros de los equipos de natación, ciclismo, remo y piragüismo.

“La AMA (Agencia Mundial Antidopaje) llama al movimiento deportivo a impedir la participación de los atletas rusos en todas las competiciones internacionales, incluidos los Juegos de Rio, mientras que no haya realizado un cambio en su cultura”.

A tres semanas de las Olimpiadas, la máxima autoridad deportiva mundial en la lucha contra el dopaje reclamaba al COI (Comité Olímpico Internacional) la expulsión total de Rusia de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.

La AMA se apoyaba en el Informe McLaren, publicado el 18 de julio en Toronto.

Un documento independiente elaborado por el abogado canadiense Richard McLaren, a iniciativa de la AMA, tras la catarata de informaciones periodísticas sobre la práctica generalizada y organizada de dopaje en el deporte ruso, con la atleta Yuliya Stepanova, su marido Vitali Stepanov (antiguo responsable de la Agencia Antidopaje Rusa) (Rusada) y Gregori Roshenkov, director del laboratorio antidoping de Moscú.

Para la AMA, “el informe McLaren puso en evidencia un abuso de poder por parte de Rusia, deliberado y nunca visto en la historia del deporte. Un recurso al dopaje a este nivel significa que no puede haber presunción de inocencia”.

Expulsión total de Río 2016, para la AMA.

No ha sido así para el COI

Y eso después de delegar en cada federación, que no dejan de depender del mismo COI, y de establecer un tribunal de tres miembros compuesto por el turco Ugur Erdener, la alemana Claudia Bokel y el español Juan Antonio Samaranch Jr. para decidir, finalmente, qué deportistas rusos participarán en Río. Sin olvidar el papel del TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo), al que se le ha acumulado el trabajo con reclamaciones de deportistas rusos excluidos de los Juegos.

“Esta sanción total consideraría a los atletas limpios que se vieran perjudicados como daños colaterales. Esto está fuera de toda proporción cuando se habla de deporte”, ha justificado el presidente del COI, Thomas Bach.

El Informe McLaren ha abierto la mayor crisis moderna en el movimiento olímpico, resucitando heridas cerradas tras los famosos boicots recíprocos de Estados Unidos a los Juegos Olímpicos de Moscú’80 y la Unión Soviética a los Juegos de Los Angeles’84, con la compañía de sus respectivos aliados.

Putin, con la llama olímpica de Sochi 2014.
Isinbayeva es la principal ausencia del olimpismo ruso.
El presidente ruso, Vladimir Putin, ha lamentado que “el movimiento olímpico, que juega un gran papel unificador para la humanidad, se encuentra de nuevo al borde de la división”.

“Vivimos una revisión de esa injerencia de los políticos en el deporte. Sí, la forma de esa interferencia ha cambiado, pero la esencia es la misma: convertir el deporte en instrumento de presión geopolítica y para formar una imagen negativa de países y pueblos”, ha denunciado Putin.

En principio, la delegación inicial de 387 deportistas rusos en Río 2016 ha perdido a un tercio de sus componentes. Un número que podría crecer (o bajar) cuando el tribunal designado por el COI acabe su trabajo (se supone que antes de la ceremonia de inauguración, pero el tiempo corre…).

El atletismo ha sido el deporte más castigado, con la expulsión de los 67 atletas rusos seleccionados, entre ellos la zarina Yelena Isinbayeva, campeona olímpica en Atenas y Pekín y bronce en Londres. Por calidad y carisma, una de las deportistas más importantes del siglo XXI. Y, como bastantes de los olímpicos rusos expulsados, libre de cualquier positivo en su carrera.

“Después del nacimiento de mi hijo, los Juegos de Río aún tenían sentido. He sacrificado un tiempo que podía haber estado con mi hijo. Y ahora este sueño me lo han arrebatado”, ha sollozado Isinbayeva, que ha recurrido incluso a la ayuda del Kremlin.

Una grave crisis económica, un enorme descontento social, una presidenta suspendida, un desembolso astronómico en algunas de las infraestructuras, una Villa Olímpica con múltiples defectos, un mar lleno (literalmente) de mierda, un mosquito contagiando el Zika y un informe antidopaje que ha rescatado la Guerra Fría con Rusia… Y, sin olvidar, la amenaza global del terrorismo, más aún tras unos últimos meses especialmente trágicos con atentados en todos los rincones del planeta: París, Niza, Bruselas, Estambul, San Bernardino, Orlando, Iraq, Siria, Libia, Afganistán... 

Bueno, y deporte.

Los Juegos Olímpicos de Río 2016 también tendrán deporte. Sería injusto olvidarlo. Será (buena señal) de lo que se hable en cuanto empiece la competición.

Y alicientes hay de sobra con dos grandes protagonistas: el regreso de Michael Phelps, dispuesto en sus quintos y últimos Juegos a incrementar su ingente palmarés de 22 medallas (18 de oro), y el show habitual de Usain Bolt, que persigue su tercer triplete olímpico consecutivo en 100 metros, 200 metros y el relevo 4x100 metros.


Bolt y Phelps, las dos grandes estrellas olímpicas.
A su sombra, dos reinas seguras en Río: la nadadora estadounidense Katie Ledecky y la velocista jamaicana Shelly-Ann Fraser-Pryce.

Ledecky, con quince años, ya ganó un oro en Londres 2012. Cuatro años después, es la gran estrella de la natación femenina, recordwoman de los 400, 800 y 1.500 metros libres y ganadora de nueve oros mundiales. “Ya sé lo que son los Juegos y lo que va a venir. Estoy con mucha confianza”, ha avisado Ledecky, que buscará cuatro oros en 200, 400 y 800 metros libres, además del relevo 4x200 metros libres. Mientras, Fraser-Pryce aspira al tercer oro consecutivo en los 100 metros, mismo reto que Usain Bolt, y el segundo consecutivo en los 200 metros. La historia espera también a la jamaicana: “Si revalido el oro, puede que me vean como una leyenda”.

El británico, de origen somalí, Mo Farah defiende el doblete 5.000 metros – 10.000 metros de Londres 2012, algo que solo habían conseguido antes la locomotora checa Emil Zatopek en Helsinki’52, el soviético Vladimir Kuts en Melbourne’56, el finlandés volador Lasse Viren en Munich’72 y Montreal’76, el etíope Miruts Yifter en Moscú’80 y el etíope Kenenisa Bekele en Pekín 2008. Un doblete que Farah ha repetido en los Mundiales de Moscú 2013 y Pekín 2015.

La fondista etíope Tirunesh Dibaba pide igualmente hueco en la historia olímpica. Oro en los 10.000 metros en Pekín (donde firmó el doblete con los 5.000 metros) y Londres, peleará en Río por su tercer oro olímpico consecutivo en los 10.000 metros.

Y aunque las grandes glorias olímpicas se forjan en la pista de atletismo y la piscina de natación, no hay que perder tampoco de vista al nuevo Dream Team de Estados Unidos, con ausencias pero con Durant, Irving, Carmelo, Cousins, Klay…; al gimnasta japonés Kohei Uchimura (plata individual en Pekín y oro individual en Londres); al tenista serbio Novak Djokovic, al que le falta el oro olímpico; al ciclista británico Bradley Wiggins, que ya tiene siete medallas, cuatro de oro; o la selección brasileña de fútbol, que aún no ha sido oro olímpico.

Todo para que Río y los primeros Juegos Olímpicos de Sudámerica pasen a la historia por el espectáculo deportivo y no por todas las polémicas que le han rodeado en las últimas semanas.