Las
primeras Olimpiadas en Sudamérica. ‘Un Mundo Nuevo’, como prometía Brasil. Los
Juegos de la crisis económica, política y social (vamos, como en casi todos los países en mayor o menor medida). Los Juegos del Zika. Los
Juegos de las aguas residuales. Los Juegos de la Villa Olímpica de los
desperfectos. Los Juegos de la inseguridad. Los Juegos del Informe McLaren. Los Juegos sentenciados antes de
la ceremonia de la inauguración.
El legado de Phelps y Bolt / Todos los resultados del equipo olímpico español en Río 2016 / Lo mejor y peor de España en Río 2016 / Tokio 2020 buscará el relevo generacional
Río 2016: Los primeros Juegos de Sudamérica / Informe McLaren: Rusia, casi fuera / Bolt tras Phelps / El listón de las 20 medallas / Barcelona lo cambió todo / Río se sobrepone a la picadura del Zika
La llama olímpica en el Estadio Joao Havelange de Río de Janeiro. Fotos: www.olympic.org (Getty Images) |
Río 2016 no tendrá
tan mal recuerdo, pese a las gradas semi-vacías en numerosos eventos, la
ausencia de espíritu olímpico de parte del público local (lamentable
espectáculo en las finales de salto con pértiga o de suelo en gimnasia jaleando
los errores del francés Lavillenie y el estadounidense Samuel Mikulak,
respectivamente) y las piscinas de saltos con agua verde esmeralda (fallo clamoroso de
mantenimiento).
A fin de cuentas,
Río 2016 será, como ha pasado con cada cita olímpica, lo que su legado deje. El
legado olímpico deportivo y el legado interno en la ciudad y el país
organizadores.
El legado deportivo
es excelente. El legado en Brasil está por ver.
En Río 2016, se
habló, como siempre, sobre todo, de deporte, de los últimos Juegos de dos mitos
olímpicos, Michael Phelps y Usain Bolt, de los numerosos records en la piscina
y la pista de atletismo, de Simone Biles, de Katie Ledecky, de la extraordinaria
actuación de Gran Bretaña y de una avasalladora Estados Unidos, con 121
medallas (46 oros), solo menos que en dos Juegos muy excepcionales: San Luis
1904 y Los Angeles 1984.
¿Y el dopaje?
Bueno, si algunos se piensan que se resolvió con el Informe McLaren… Pues,
contentos… y engañados.
Ceremonia de
clausura.
La fiesta de los
Juegos Olímpicos se despide.
Fin a las dos
semanas y media deportivas más intensas en el calendario cada cuatro años.
Thomas Bach, presidente del COI, en la ceremonia de clausura de Río 2016. |
Un acto lúdico con
un indisimulado, aunque sutil, momento de valoración: el mensaje del presidente
del COI (Comité Olímpico Internacional). Sutil, pero más importante de lo que
parece.
El COI corta, por
unos segundos, la fiesta para medir el grado de satisfacción con los Juegos. Y
el Comité Organizador respira o agacha la cabeza.
Barcelona’92 puso
el listón muy alto a las futuras ciudades olímpicas.
Un ilustre
barcelonés y presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, certificó el éxito de
Barcelona’92: “The Best Games Ever” (“Los Mejores Juegos de la Historia”).
Barcelona sentó
cátedra.
Desde entonces,
todo lo que no sea llegar a esta loa del COI se traduce en un mayor o menor
tirón de orejas.
Se lo llevó
Atlanta’96: “Unos Juegos muy excepcionales”. ¡Y tanto! Samaranch no tuvo más
remedio que moderar su euforia. Atlanta’96 se cubrió de sangre (dos muertos y
un centenar de heridos) tras un atentado en el mismo Parque Olímpico. Un terrorista
ultraderechista ensució la fiesta de unos Juegos que ya habían estado lejos del
candor de Barcelona’92.
Samaranch sí
recuperó su famoso “The Best Games Ever” para Sidney 2000. Los australianos se
lo merecieron, aunque, con el paso de los años, Barcelona’92 sigue siendo
unánimemente inalcanzable, la referencia olímpica moderna.
El sustituto de
Samaranch al frente del COI, el belga Jacques Rogge, ahorró algunos
calificativos para Atenas 2004, unos Juegos “inolvidables y de ensueño”, e
incluso para Pekín 2008, “unos Juegos excepcionales”.
Más generoso estuvo
con Londres 2012, sus terceras y últimas Olimpiadas: “Los Juegos han sido
absolutamente fabulosos. Londres ha refrescado totalmente los Juegos”.
¿Y qué ha dicho el
alemán Thomas Bach, actual presidente del COI, de Río 2016? ¿Cómo de contento
ha quedado el COI con los primeros Juegos Olímpicos en Sudamérica?
Tres instantes (arriba la modelo Gisele Bündchen desfilando al son de 'La Chica de Ipanema') en la ceremonia de inauguración de Río 2016. |
“Juntos podemos
cambiar todo y ser más fuertes, unidos en nuestra diversidad somos más
fuertes”, añadió Bach.
“Llegamos como
invitados y hoy nos vamos como amigos. Vais a tener un lugar en nuestros
corazones. Han sido unos Juegos Olímpicos maravillosos en una ciudad
maravillosa. La historia hablará de Río con un antes y un después de los
Juegos”, concluyó Bach.
El COI ha sido
benévolo y agradecido con Río 2016.
Desde luego, mucho
más que una prensa internacional empeñada en aflorar en estas dos últimas semanas todos
los problemas de Río y Brasil. Que los hay. Y son muy graves, pero que ya se
conocían.
¿Alguien acaso
ignoraba los sangrantes problemas de seguridad de Brasil? ¿O la desigualdad latente en
las calles? ¿O el enfrentamiento político? ¡Parece como si algunos hubieran descubierto las favelas!
Pero con Río 2016
se ha sido, desde el principio, especialmente injusto.
Es una pena que no
todos hayan querido conocer ‘Un Mundo Nuevo’.
El nadador
estadounidense Ryan Lochte se lleva la palma y representa el mejor ejemplo del vergonzoso comportamiento con Río de Janeiro. Excelente nadador, con doce medallas olímpicas, con un oro, en los relevos 4x200 metros libres, en Río. Pésimo ciudadano, con alma de colonizador.
Se marchó de juerga
junto con tres compatriotas olímpicos, los también nadadores James Feigen,
Gunnar Bentz y Jack Conger. Juerga salvaje. De las que, si son en Las Vegas, se
quedan en Las Vegas. Pero incluso en la Ciudad del Juego y del Pecado existen
unos códigos.
Lochte y compañía
se inventaron un asalto violento cuando regresaban a la Villa Olímpica: “Hicieron
parar el taxi y unos tipos con identificación policial dijeron que nos
echáramos al piso. Yo me negué y uno de ellos me puso un arma en la frente”.
El relato lo compró
de inmediato la prensa. Era Brasil. Era Río. Ya se sabe, violencia y más
violencia.
Pero la historia de
Lochte era mentira. Los olímpicos estadounidenses se rieron en la cara del
pueblo brasileño simulando una agresión para tapar un acto de vandalismo en una
gasolinera.
En Río 2016, no
solo algunos espectadores locales se olvidaron del espíritu olímpico.
Al Comité Olímpico
de Estados Unidos no le quedó otra que pedir perdón a Brasil: “La conducta de
estos atletas es inaceptable y no representa los valores del equipo olímpico de
Estados Unidos”.
Cuesta creer que la
bufonada de Lochte y sus amigos hubiera ocurrido en otro país.
Río 2016 no merece
el recuerdo de Barcelona’92 o Sidney 2000. No han sido “The Best Games Ever”
(“Los Mejores Juegos de la Historia”).
Pero tampoco los
peores.
El legado, si somos
justos, no será malo.
Se han celebrado
Olimpiadas mucho peores. Y recientes.
Parece injusto
incidir en la inseguridad de Río cuando Munich’72, con su Septiembre Negro (diecisiete muertos: once deportistas israelíes, cinco terroristas palestinos y un policía alemán), y
Atlanta’96, con el mencionado atentado en el Parque Olímpico, fallaron
gravemente.
El legado olímpico
no concluye cuando la llama se apaga.
Se sigue construyendo.
Río 2016 será,
dentro de unos años, lo que Brasil y el resto del mundo quieran.
Al final, unos
Juegos son lo que gente recuerda de ellos.
Y el Olimpismo
suele ser benigno con los recuerdos.
Usain Bolt y Michael Phelps, en sus últimos Juegos Olímpicos. |
Despedida a la
altura, a lo grande. Phelps, con cinco oros y una plata, engordó su inigualable
palmarés olímpico: 23 oros, 3 platas y 2 bronces. Mientras, Bolt completó su
tercer triplete olímpico: oro en 100, 200 y relevos 4x100 metros.
Tardaremos, si es
que lo hacemos algún día, mucho tiempo en disfrutar de nuevo con mitos olímpicos como Phelps
y Bolt.
Ya, solo con el
adiós de Phelps y Bolt, Río 2016 tiene asegurado un espacio de honor en la
historia olímpica.
Pero el éxito
deportivo ha tenido muchos más protagonistas.
Los Juegos
Olímpicos son una fiesta polideportiva, por supuesto, pero con tres deportes
por encima del resto: atletismo, natación y gimnasia artística.
Los tres han brillado con mucha fuerza.
Katie Ledecky (cuatro oros y una plata) y Katinka Hosszu (tres oros y una plata). |
Increíbles, en
especial, los registros de Hosszú, que rebajó en dos segundos el récord en los
400 metros estilos, en poder de la china Shiwen Ye desde la final de los Juegos
de Londres, y Peaty, que recortó en casi ocho décimas su propia plusmarca
mundial en la prueba corta de braza.
Records y medallas…,
muchas medallas. Las seis preseas de Phelps no fueron la única gran
demostración individual en Río. La potentísima natación estadounidense,
vencedora en 16 de las 32 pruebas de los Juegos, tiene el relevo garantizado
con Katie Ledecky (19 años) (cuatro oros y una plata).
El éxito de la
natación estadounidense incluye también a Ryan Murphy (tres oros), Simone
Manuel (dos oros y dos platas) (primera nadadora campeona olímpica de raza
negra), Madeline Dirado (dos oros, una plata y un bronce) y Nathan Adrian (dos
oros y dos bronces), sin olvidar a Anthony Ervin, oro en los 50 metros libres
con 35 años. Campeón olímpico más veterano en la piscina en la historia. Ervin,
con una vida bastante particular, había sido ya oro en la misma prueba en Sidney
2000.
Katinka Hosszú se
ha colado en la fiesta de la natación estadounidense en Río. La húngara, a sus
27 años, se llevó tres oros y una plata olímpicos. También se ha colado, con un
oro de gran valor, una nueva estrella, el singapurense Joseph Schooling (21 años), oro en los
100 metros mariposa por delante de tres colosos de la natación mundial: Michael Phelps,
Chad Le Clos y Laszlo Cseh, que compartieron la plata.
El espectáculo del
Centro Acuático se trasladó al Engenhao, al Estadio Olímpico João Havelange (el
histórico presidente brasileño de la FIFA entre 1974 y 1998, fallecido durante
los Juegos de Río).
De arriba a abajo, los campeones Wayne van Niekerk, David Rudisha y Elaine Thompson. |
Ayana y Van Niekerk
dejaron marcas estratosféricas. La etíope pudo con un récord de otra época, no
necesariamente de mejor recuerdo. Ayana tumbó por catorce segundos la marca de
la china Wang Junxia en 1993, cuando el atletismo femenino chino, de un día
para otro, voló gracias a la sangre de tortuga del Ejército de las discípulas de Ma Junren.
Lo de Van Niekerk
no tiene nombre. El sudafricano se llevó el oro en los 400 metros con una marca
de 43.03 segundos, 15 centésimas menos que el histórico récord de todo un mito
del atletismo mundial: Michael Johnson. La gesta de Van Niekerk, que cuenta con
una entrenadora con 74 años, tuvo valor añadido: corrió por la calle 8.
Michael Johnson
flipó en la retransmisión en la BBC: “¡Oh, Dios mío! De la calle 8 al récord
del mundo. Eso fue una masacre de Wayde van Niekerk. Simplemente borró a sus
rivales. Nunca había visto a alguien hacer algo así. Es posible que haya
corrido más rápido los segundos 200 metros que los primeros”.
Pero el atletismo
no solo ha brillado por el triplete de Bolt y los records de Van Niekerk, Ayana
y Wlodarczyk.
Río 2016 ha
significado la confirmación de una leyenda: Mo Farah. Cuatro años después del
doblete (5.000-10.000 metros lisos) en Londres 2012, el británico de origen
somalí ha repetido oro en las dos carreras de fondo. Solo el finlandés Lasse
Viren, en Munich’72 y Montreal’76, había encadenado antes dos dobletes
olímpicos en los 5.000 y los 10.000 metros. Mientras, el imponente keniata David Rudisha revalidaba su oro en los 800 metros y toda una estrella, la velocista estadounidense Allyson Felix se colgaba dos oros, en ambos relevos, y una plata en los 400 metros para ampliar su palmarés olímpico hasta seis oros y tres platas. Nadie, ni tan siquiera, había llegado antes, en la competición femenina, a cinco oros.
Y Jamaica sigue produciendo velocistas. Río 2016 ha descubierto a una nueva reina: Elaine Thompson (24 años), oro en los 100 y 200 metros y plata en el relevo 4x100 metros.
Y Jamaica sigue produciendo velocistas. Río 2016 ha descubierto a una nueva reina: Elaine Thompson (24 años), oro en los 100 y 200 metros y plata en el relevo 4x100 metros.
Los gimnastas Simone Biles y Kohei Uchimura. |
Absoluta dominadora
en el último ciclo olímpico, oro en el concurso individual en los tres últimos Mundiales, Biles, máxima
representante de la explosiva escuela estadounidense, debutó en los Juegos
ganando casi todo: cuatro oros (concurso individual, concurso por equipos,
salto y suelo) y un bronce (barra de equilibrios).
Con menos ruido
mediático, pero incluso mayor trascendencia olímpica, el japonés Kohei Uchimura
revalidaba el oro de Londres en el concurso individual. El último que lo había
hecho fue otro nipón, Sawao Kato, en Munich hace 46 años. Uchimura se proclamó nuevamente
campeón olímpico con una demostración de poderío. Arrebató en la última
rotación, en la barra fija, al ucraniano Verniaiev el oro. Uchimura, oro
también en el concurso por equipos, arriesgó más. Y ganó.
El deporte, las gestas del deporte, ha sido el gran protagonista en Río 2016.
El deporte, las gestas del deporte, ha sido el gran protagonista en Río 2016.
Y Estados Unidos,
el gran dominador, con 121 medallas: 46 oros, 37 platas y 38 bronces. El deporte estadounidense sumó 33 medallas (16 oros, 8 platas y 9 bronces) en natación, 32 medallas (13 oros, 10 platas y 9 bronces) en atletismo y 12 medallas (4 oros, 6 platas y 2 bronces) en gimnasia artística. Sin rivales en los tres grandes deportes de los Juegos.
Una exhibición que Estados Unidos coronó en el último evento de Río: la final de baloncesto masculino, con los NBA (con una versión menor con respecto a anteriores Juegos) aplastando a Serbia: 110-84.
Una exhibición que Estados Unidos coronó en el último evento de Río: la final de baloncesto masculino, con los NBA (con una versión menor con respecto a anteriores Juegos) aplastando a Serbia: 110-84.
El deporte olímpico
estadounidense solo triunfó más en San Luis 1904, con 239 medallas (78 oros), y
Los Angeles 1984, los Juegos del boicot del bloque soviético, con 174 medallas
(83 oros).
De arriba a abajo, Mo Farah, los hermanos Brownlee y Andy Murray. |
Por detrás de Estados Unidos y Gran Bretaña, en orden por número de oros, China, Rusia (56 medallas pese a que el Informe McLaren diezmó su delegación), Alemania, Japón (próxima anfitriona de los Juegos en Tokio 2020), Francia, Corea del Sur, Italia y Australia. Sin sorpresas, las grandes potencias del deporte mundial, las grandes potencias económicas del mundo.
¿Y Brasil?
La anfitriona, como
en su papel como organizadora, aprobó un examen duro.
No arrasó, porque
el deporte brasileño tampoco tiene recursos para arrasar, pero tampoco fracasó:
19 medallas (7 oros, 6 platas y 6 bronces), decimotercera en el
medallero, justo por delante de España.
Neymar y el pertiguista Thiago Silva, campeones olímpicos brasileños. |
Y, como Brasil, es un ‘Un Mundo Nuevo’, añadió medallas con un simbolismo social de primer nivel, como la judoka Rafaela Silva, hija de la icónica favela de Cidade de Deus (Ciudad de Dios) de Río de Janeiro. Silva debutó en Londres 2012. Su eliminación vino acompañada por una catarata de mensajes racistas en su propio país. Cuatro años después, “la mona que debía estar enjaulada es hoy campeona olímpica en casa”.
La competición en Río 2016 deparó también el prometedor regreso del golf al programa olímpico. aunque sin las grandes figuras, y la espectacular aparición del rugby-7, con Fiji (torneo masculino) y Australia (torneo femenino) como primeros campeones olímpicos.
En tenis, la puertorriqueña Mónica Puig cumplió su sueño olímpico. Suecia sorprendía, en fútbol femenino, a la vigente tricampeona olímpica, Estados Unidos, y la anfitriona Brasil, aunque caía en la final ante Alemania. Mientras, Dinamarca frenaba a Francia en la final de balonmano masculino e impedía un triplete bleu y Rusia también paraba a las francesas en la categoría femenina. En ciclismo, en un circuito durísimo y bellísimo, el belge Greg Van Avermaet se llevaba la gloria olímpica.
La tenista puertorriqueña Mónica Puig y el danés Mikkel Hansen, estrella de la selección danesa de balonmano. |
“No nos arrepentimos de nada”.
Los Juegos de Brasil. Río 2016. ‘Un Mundo Nuevo’… ya olímpico para siempre.