viernes, 5 de agosto de 2016

Rusia, casi fuera

El Informe McLaren, que denuncia el dopaje sistemático de Estado organizado en Moscú entre, al menos, 2011 y 2015, ha estado a punto de dejar a Río 2016 sin deportistas rusos. No será así…, por completo. El COI (Comité Olímpico Internacional), con una posición dubitativa, ha rechazado la petición de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) de castigar a todo el deporte ruso. Sí faltarán el atletismo, con la estrella Isinbayeva al frente, la halterofilia y miembros de los equipos de natación, ciclismo, remo y piragüismo.

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Isinbayeva, oro en Atenas y Pekín y bronce en Londres, es la ausencia
más destacada del equipo olimpico ruso.
“La AMA (Agencia Mundial Antidopaje) llama al movimiento deportivo a impedir la participación de los atletas rusos en todas las competiciones internacionales, incluidos los Juegos de Rio, mientras que no haya realizado un cambio en su cultura”.

A escasas tres semanas de las Olimpiadas, la máxima autoridad deportiva mundial en la lucha contra el dopaje reclamaba al COI (Comité Olímpico Internacional) la expulsión total de Rusia de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.

La AMA se apoyaba en las conclusiones del devastador Informe McLaren, publicado el 18 de julio en Toronto.

Un documento independiente elaborado por el abogado canadiense Richard McLaren, a iniciativa de la AMA, tras la catarata de informaciones en los últimos dos años sobre la práctica generalizada y organizada de dopaje en el deporte ruso.

Para la AMA, “el informe McLaren puso en evidencia un abuso de poder por parte de Rusia, deliberado y nunca visto en la historia del deporte. Un recurso al dopaje a este nivel significa que no puede haber presunción de inocencia”.

Expulsión total de Río 2016, para la AMA.

No ha sido así para el COI tras una tajante primera reacción.

“Los resultados del Informe muestran un ataque impactante y sin precedentes a la integridad del deporte y de los Juegos Olímpicos. Por tanto, el COI no dudará en tomar las más duras sanciones contra cualquier individuo u organización implicada”, prometió el presidente del COI, Thomas Bach.

Pero el COI, que ha comunicado 98 nuevos positivos, sin detallar aún los nombres, en Pekín 2008 y Londres 2012 tras el reanálisis de las muestras, no ha expulsado a Rusia (siempre en el ojo de la sospecha) de Río 2016.


Arriba, el abogado canadiense Richard McLaren.
Abajo, el presidente del COI, el alemán Thomas Bach.
Y eso después de delegar en cada federación, que no dejan de depender del mismo COI, y de establecer un tribunal de tres miembros compuesto por el turco Ugur Erdener, la alemana Claudia Bokel y el español Juan Antonio Samaranch Jr. para decidir, finalmente, qué deportistas rusos participarán en Río. Sin olvidar el papel del TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo), al que se le ha acumulado el trabajo en los últimos días con reclamaciones de deportistas rusos excluidos de los Juegos. El COI..., escondido.

En principio, la delegación inicial de 387 deportistas rusos en Río 2016 ha perdido a un tercio de sus componentes. Un número que podría crecer (o bajar) cuando el tribunal designado por el COI acabe su trabajo (se supone que antes de la ceremonia de inauguración, pero el tiempo corre…).

El atletismo ha sido el deporte más castigado, con la expulsión de los 67 atletas rusos seleccionados (salvo la saltadora de longitud Darya Klishina, que lleva tres años viviendo fuera de Rusia y ha pasado todos los controles antidopaje fuera de su país de origen). Entre los castigados se encuentra la zarina Yelena Isinbayeva, campeona olímpica en Atenas 2004 y Pekín 2008 y bronce en Londres 2012. Por calidad y carisma, una de las deportistas más importantes del siglo XXI. Y, como bastantes de los olímpicos rusos expulsados, libre de cualquier positivo en su carrera.

“Después del nacimiento de mi hijo, los Juegos de Río aún tenían sentido. He sacrificado un tiempo que podía haber estado con mi hijo. Y ahora este sueño me lo han arrebatado”, ha sollozado Isinbayeva, que ha recurrido incluso a la ayuda del Kremlin.

A sus 34 años, fuera de Río 2016, llega el triste final de la carrera de Isinbayeva. “Para algunos, somos responsables de algo que no hicimos. Es una violación de los derechos humanos. No puedo callarme, voy a tomar medidas. Voy a dirigirme a un tribunal. Probaré que la IAAF (Federación Internacional de Atletismo) y la Agencia Mundial Antidopaje tomaron una mala decisión”, adelantó la pertiguista rusa cuando aún guardaba alguna esperanza para competir en Brasil.

No es la única decepcionada, por supuesto.

“No hay ninguna razón para que nadie sospeche de mí por dopaje, pero yo soy el que no va a ir a las Olimpiadas. Puedo mirar a los ojos a mi familia y a mis amigos y decir: ‘No he consumido drogas’. Puedo incluso mirar a los niños a los ojos y decir: ‘Nunca me he dopado’. Me pueden reexaminar en cualquier momento si quieren, pueden venir cualquier día, estoy listo para hacer lo que sea”, ha implorado, también sin éxito, Sergey Shubenkov, campeón mundial de 110 metros vallas.

El remo (26 expulsados) y la halterofilia (10) son los otros dos deportes más castigados por las consecuencias del Informe McLaren. Pero tampoco estarán en Río siete nadadores, cinco piragüistas, tres ciclistas, un luchador y un regatista. De momento.

120 expulsados. Muchos, pero no todos.

“Una sanción total consideraría a los atletas limpios que se vieran perjudicados como daños colaterales. Esto está fuera de toda proporción cuando se habla de deporte”, ha justificado el presidente del COI, Thomas Bach.

“Los hechos demuestran que necesitamos una revisión total del sistema antidopaje (...). Si todos contribuimos, esta dolorosa situación puede ser una catarsis”, ha añadido Bach.

Tarde. El Informe McLaren ha abierto la mayor crisis moderna en el movimiento olímpico, resucitando heridas cerradas tras los famosos boicots recíprocos de Estados Unidos a los Juegos Olímpicos de Moscú’80 y la Unión Soviética a los Juegos de Los Angeles’84, con la compañía de sus respectivos aliados.

Malos precedentes.

Putin, con la llama olímpica en los Juegos de Sochi 2014.
El presidente ruso, Vladimir Putin, ha lamentado que “el movimiento olímpico, que juega un gran papel unificador para la humanidad, se encuentra de nuevo al borde de la división”.

“Vivimos una revisión de esa injerencia de los políticos en el deporte. Sí, la forma de esa interferencia ha cambiado, pero la esencia es la misma: convertir el deporte en instrumento de presión geopolítica y para formar una imagen negativa de países y pueblos”, ha denunciado Putin, que estará en la ceremonia de inauguración.

El presidente ruso ha replicado que en “el último medio año, por recomendación de la Agencia Mundial Antidopaje, los deportistas rusos han sido sometidos a pruebas antidopaje bajo el control de la Agencia Antidopaje Británica y laboratorios extranjeros” y ha cuestionado la labor de la Agencia Estadounidense Antidopaje (USADA): “¿Qué hay detrás de tanta prisa? ¿El intento de crear una atmósfera informativa, ejercer presiones? Da la impresión de que los expertos de la USADA tuvieron como mínimo acceso a dicho informe confidencial y puede ser que incluso le dieron el tono y le aportaron contenido”.

La lucha antidopaje no ha salido, especialmente, fortalecida del Informe McLaren. Oportunidad perdida.

COI y AMA se han tirado, con nulo disimulo, las responsabilidades a la cara.

Tan injusta era la medida reclamada por la AMA, igualando a todos los deportistas rusos (dopados y limpios), como la postura del COI, buscando cualquier resquicio para no lesionar su negocio. Porque los Juegos Olímpicos son un negocio, el gran negocio del COI. Y Rusia, uno de sus principales clientes.

Y todo sin tiempo para reaccionar con los Juegos de Río encima de la mesa.

El presidente de la AMA, Craig Reedie, ha defendido, no obstante, el momento para presentar el Informe McLaren, “cuando se había corroborado la evidencia de pruebas”. “A pesar de que está desestabilizando en el período previo a los Juegos, es evidente, dada la gravedad de las revelaciones que en él se descubren, tenía que ser publicado para que se actuara sin demora”, ha replicado Reedie al COI.

Lo cierto es que el Informe McLaren supone el punto final de casi dos años de sospechas.

La atleta rusa Yuliya Stepanova y su marido Vitali Stepanov, exresponsable de la Rusada,
delatores del dopaje de Estado en Rusia. 
Las dudas prendieron con fuerza el 3 de diciembre de 2014, con la emisión en la ARD alemana del documental ‘Dossier Secreto Doping: Cómo Fabrica Rusia a sus Ganadores’, con la participación de Vitali Stepanov, exresponsable de la Agencia Antidopaje Rusa (Rusada), y su esposa, la atleta, especialista en los 800 metros, Yuliya Stepanova (Rusanova como apellido de soltera).

“Todos los atletas rusos nos dopamos en algún momento. Los dirigentes lo inculcan a los entrenadores y éstos, a los deportistas. Al final piensas que tú no estás haciendo nada malo”, sentenció Stepanova en el documental. La atleta, a la que han dejado también fuera de las Olimpiadas pese a proclamar su participación, cayó en un positivo en 2013 y fue sancionada dos años.

“Existe toda una metodología que impide que haya positivos. Los funcionarios se aseguran que los atletas no sean sometidos a pruebas”, corroboró su marido, Vitali Stepanov, en el reportaje emitido por ARD.

El documental, que cuenta también con los testimonios del entrenador Oleg Popov, especializado en las pruebas de lanzamiento en atletismo, y la lanzadora Evgenia Pecherina, suspendida diez años por dopaje, señalaba a dos hombres: Gregori Roshenkov, director del laboratorio antidoping de Moscú, y Serguei Portugalov, médico de la Federación Rusa de Atletismo y enlace con la IAAF.

La AMA abrió una investigación con una comisión presidida por el expresidente y primer presidente del organismo, Richard Pound.

“La Comisión estudió toda la información que los denunciantes habían proporcionado y, sin embargo, no hubo evidencias concretas para apoyar la manipulación de Estado”, concedió Pound. “Si bien el informe de la Comisión sugirió que el dopaje en Rusia probablemente no se restringió al atletismo y que los servicios secretos rusos (FSB) estaban presentes dentro de los laboratorios de Sochi y Moscú”, la Comisión “no descubrió evidencias concretas” entonces.

El matrimonio Stepanov, que ha recibido amenazas y vive en Estados Unidos desde hace tiempo, repitió sus denuncias al deporte ruso en una entrevista al popular programa de televisión ‘60 Minutos’ (CBS) emitido a principios del último mes de mayo.

Pero fue otra entrevista del New York Times a Gregory Roshenkov, exdirector del laboratorio antidopaje de Moscú, la que movió a la AMA a iniciar otra investigación.

Roshenkov, que también está exiliado y escondido en Estados Unidos, abrió la Caja de Pandora y detalló un minucioso programa del Gobierno ruso para evitar positivos y triunfar en los Juegos de Invierno de Sochi 2014.

“Estábamos totalmente equipados, teníamos los conocimientos, la experiencia y estábamos perfectamente preparados para Sochi como nunca antes. Todo funcionaba como un reloj suizo”, sostuvo Rodchenkov en la entrevista. En total, se cambiaron unas 100 muestras. Al menos quince medallistas en Sochi se libraron de ser cazados gracias al Kremlin.

Rusia lideró el medallero en Sochi 2014, con 33 medallas (13 de oro). Una notable mejoría con respecto a Vancouver 2010, con 15 medallas (3 de oro).

Roshenkov, exdirector del laboratorio antidopaje de Moscú.
Las declaraciones de Roshenkov al New York Times alumbraron el camino hacia el Informe McLaren.

Resultados en dos meses.

El Informe expone que “el Estado ruso, a través de su ministerio de Deportes, y con la asistencia de la policía secreta (FSB) organizó, al menos, entre finales de 2011 y agosto de 2015, un sistema, que podríamos llamar ‘Metodología de los positivos que desaparecen para proteger a los deportistas sometidos a dopaje organizado’”.

Un sistema que debutó en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y continuó en el Mundial de Atletismo de Moscú 2013, los Juegos Olímpicos de Sochi 2014 y el Mundial de Natación de Kazán 2015.

Lo cierto es que, salvo en Sochi 2014, cuando Rusia casi triplicó sus resultados de Vancouver 2010, la evolución del deporte ruso entra dentro de la normalidad.

En los Juegos de Londres 2012, Rusia obtuvo 82 medallas (24 de oro). Cuatro años antes, en Pekín 2008, la cosecha fue de 73 medallas (23 de oro).

En el Mundial de Atletismo de Moscú 2013, Rusia lideró el medallero con 17 medallas (7 de oro). Dos años antes, en Daegu 2011, el atletismo ruso se marchó con 15 medallas (6 de oro). En el último Mundial de Atletismo, Pekín 2015, Rusia incluso se estrelló: 4 medallas (2 de oro).

Mientras, el Mundial de Natación de Kazán 2015, con 17 medallas (9 de oro), empeoró incluso los resultados del Mundial de Barcelona 2013, con 19 medallas (9 de oro), y fue similar al Mundial de Shangai 2011, con 18 medallas (8 de oro).

El Informe McLaren, que acusa “a la inmensa mayoría de los deportes olímpicos de invierno y verano de Rusia”, eleva a 580 el volumen de positivos ocultados por el Gobierno ruso, entre ellos 140 en atletismo y 118 en halterofilia, pero también 28 en lucha, 27 en piragüismo y 26 en ciclismo, entre otras disciplinas deportivas.

El sistema arrancaba con la selección de un grupo de deportistas de élite candidatos a éxitos internacionales. El Gobierno ruso protegía a esos deportistas en el periodo previo a las competiciones. Los positivos no eran un problema.

Pero, ¿y en competición? Aquí el Informe McLaren entra dentro del terreno de las suposiciones. Rusia contaría con muestras limpias de orina de sus principales deportistas, conservadas en potitos infantiles y latas de bebida. Y, citando los Juegos de Sochi 2014, se cambiaban por las muestras ‘sucias’ en los mismos laboratorios de Sochi “usando una técnica que no hemos llegado a descubrir”.

Nunca el deporte ruso, por extensión el deporte de la Europa del Este, ha estado libre de la sospecha.

Pero el Informe McLaren ha abierto una nueva etapa de consecuencias desconocidas. 

Río 2016 tendrá una versión menor del potencial olímpico ruso.

Lo que hace falta es saber cómo evolucionarán el Informe McLaren y el deporte ruso.

Cualquier parón será sospechoso e inadmisible porque esta historia no puede acabar en Río 2016. No ha hecho más que comenzar si el deporte y el olimpismo quieren ser creíbles.