martes, 25 de octubre de 2016

Una NBA sin Kobe, Duncan y Garnett

La hora de la despedida sonó para tres futuros Hall of Fame. Suman once anillos, cuatro MVP de la temporada regular, cinco MVP en las Finales de la NBA, 48 All Star, tres oros y un bronce olímpicos y sesenta años en la mejor Liga de baloncesto del mundo. Final de una era gloriosa. El siglo XX se apaga. Ya solo quedan tres clásicos: Nowitzki, Carter y Pierce, que ya ha anunciado que se retirará también al final de este nuevo curso.

Durant quiere ya el anillo

La NBA más española: regresa el ‘Chacho’ y llegan los Hernangómez y Abrines


Primero fue Kobe, en plena competición, con un poema: “Esta temporada es todo lo que me queda por darte”. Una gira de cuatro meses y medio para despedirse de su “querido baloncesto” y para recoger el merecido reconocimiento de toda la NBA.

Continuó Duncan, ya de vacaciones, casi sin ruido: “Si me hubiesen pedido escribir un guion de mi carrera hace diecinueve años, de ninguna forma habría sido capaz de soñar con este viaje. Estoy aquí, al final de este camino, y miro hacia atrás admirando lo que he vivido. Las victorias y las derrotas serán recordadas, pero lo que más recordaré serán las personas”.

Garnett fue el último en colgar las zapatillas, a un mes escaso de la nueva temporada. No hubo carta, sino vídeo de despedida: “Estoy agradecido. Ni siquiera puedo poner esto en palabras. Estoy agradecido. Estoy agradecido por todos, por el amor que me han mostrado. Nunca habría pensado que la gente me quisiera así”.

Tres leyendas. Tres despedidas. Tres estilos.

Kobe Bryant. El show. El liderazgo.

Tim Duncan. La discreción. La profesionalidad.

Kevin Garnett. La emoción. La competitividad.

Kobe anunció su retirada el pasado 30 de noviembre. No fue con una convencional carta de despedida. Lo hizo con un poema, con una declaración de amor por el baloncesto. Un adiós único, fiel a la fuerte personalidad de Kobe Bryant:

“Querido baloncesto.

Desde el momento

que empecé a enrollar los calcetines de mi padre

y a lanzar tiros ganadores

en el Great Western Forum

supe que una cosa era real:

Me enamoré de ti.

Un amor tan profundo que te di todo.

Desde mi cuerpo y mente

hasta mi espíritu y alma.

Como niño de seis años que era,

profundamente enamorado de ti,

nunca vi el final del túnel.

Solo me vi a mí mismo,

salir corriendo desde mi interior,

y entonces corrí.

Subí y bajé la cancha,

persiguiendo por ti cada balón suelto.

Me pediste mi esfuerzo,

te di mi corazón

porque vino con muchísimo más.

Jugué a pesar del sudor y el dolor,

no porque el reto me llamó,

sino porque TÚ me llamaste.

Kobe Bryant, en la soledad del vestuario. Foto: Instagram Los Angeles Lakers.
Porque eso es lo que uno hace

cuando alguien te hace sentir

tan vivo como tú me hiciste sentir.

Le diste a un niño de seis años su sueño de ser Laker

y siempre te amaré por eso.

Pero no puedo amarte obsesivamente durante mucho más tiempo.

Esta temporada es todo lo que me queda por darte.

Mi corazón puede resistir los golpes,

mi mente puede soportar el esfuerzo,

pero mi cuerpo sabe que es momento de decir adiós.

Y eso está bien.

Estoy listo para dejarte ir.

Quiero que lo sepas ahora y así,

ambos podemos saborear cada momento que nos queda juntos.

Los buenos y los malos.

Nos hemos dado el uno al otro

todo lo que tenemos.

Y ambos sabemos que no importa lo que haga después,

siempre seré ese niño,

con los calcetines enrollados

y la papelera en la esquina.

Cinco segundos en el reloj.

El balón en mis manos.

5… 4… 3… 2… 1…

Te quiero para siempre.

Kobe”.

Kobe Bryant, antes de su último partido como profesional.
Foto: Instagram Los Angeles Lakers.
Una despedida a la altura de un mito del baloncesto. El nexo necesario, con personalidad propia, entre la era Jordan y la era LeBron.

Una estrella. Un ganador nato. Un talento desbordante. Un anotador compulsivo. Un líder. Un Laker toda su vida.

Con 37 años, con cinco anillos (2000, 2001, 2002, 2009 y 2010), disputaba su último encuentro el 13 de abril de 2016. Y un regalo final: sesenta puntos en su despedida.

Una despedida, como tenía que ser en Los Angeles y en los Lakers, de cine. Con un adiós final en medio del Staples Center y todo el público pendiente de cada palabra, de cada gesto de Kobe Bryant:

“No puedo creer lo rápido que han pasado estos veinte años (…). Ha sido precioso y no puedo creer que esto haya llegado al final. Siempre estaréis en mi corazón y de verdad, de verdad, que lo aprecio. No hay palabras para describir cómo me siento hacia ustedes. Gracias, gracias desde el fondo de mi corazón. Os quiero (…). ¿Qué más puedo decir? La Mamba está fuera”.

Kobe Bryant, único y campeón desde el primer día hasta el último.

El adiós de Tim Duncan ha sido muy diferente. Fiel a su discreta personalidad. 

Duncan nunca actuó como una estrella. No necesitaba las luces. Tampoco la atención pública. Duncan era una estrella donde había que serlo, en la pista.

Con la temporada concluida, anunciaba, respetando el protagonismo del mercado de verano, su retirada:

“Si me hubiesen pedido escribir un guion de mi carrera hace diecinueve años, de ninguna forma habría sido capaz de soñar con este viaje. Estoy aquí, al final de este camino, y miro hacia atrás admirando lo que he vivido. Las victorias y las derrotas serán recordadas, pero lo que más recordaré serán las personas:

Los fans dentro y fuera del pabellón, el personal y los entrenadores que me empujaron y me sostuvieron, los compañeros (e incluso los rivales) que serán amigos para toda la vida, compartiendo mis mejores y peores momentos con mi familia y mis amigos cercanos, y, lo más importante, las instantáneas de mis hijos creciendo y disfrutando viendo a papá trabajar. Eso es lo que más aprecio.

Gracias, ciudad de San Antonio, por el amor y el apoyo durante estos años. Gracias, aficionados de todo el mundo.

Mucho amor siempre.

Tim”.

Duncan no necesitaba un adiós ruidoso.

La emoción la puso su entrenador de toda la vida, Gregg Popovich, con el que había conquistado cinco anillos: 1999, 2003, 2005, 2007 y 2014.

“He cobrado mis cheques por él, llevo mi ropa por él… Me hubiera dado su propia ropa. Yo estoy aquí hablando y él no porque ese no hubiera sido Tim Duncan. Lo hemos dicho durante diecinueve años: solo le ha importado jugar lo mejor posible al baloncesto y ser el mejor compañero de vestuario posible y ser el mejor tipo posible para su familia. Ese es Tim Duncan. No iba a hacer esto, así que he decidido que tendría que hacerlo yo: despedirme de él”, explicó Popovich tras la marcha de Duncan.

El mejor 'cuatro' de la historia: Tim Duncan. Foto: Instagram San Antonio Spurs.
Duncan, la única persona capaz de emocionar al duro Popovich.

“La gente siempre habla de con qué personaje se iría a cenar. Y dicen la Madre Teresa, o Jesús, o el Dalai Lama… Entiendo esas respuestas. Pero yo pienso en gente más terrenal, gente que es interesante, y pienso en William F. Buckley, a mi derecha, y Gore Vidal, a mi izquierda. Algunos serán lo suficientemente viejos para recordar sus debates. Gente inteligente, profunda, con ideas que te hacen replantearte todo… Pero mi cena sería con Tim Duncan porque es la persona más auténtica y sincera que he conocido jamás. Es tan genuino que casi cuesta hacerse a la idea”.

Las loas de Popovich al mejor ‘cuatro’ en la historia de la NBA son irrebatibles:

“Nunca le veías dándose golpes en el pecho como si fuera el primer ser humano que hace un mate. No señala al cielo, no hace guiños a la cámara… Solo juega al baloncesto. Y lo hemos visto durante tantos años que casi nos ha parecido mundano. Pero es un jugador tan especial que no lo olvidaremos jamás (…). Me ha enseñado que el liderazgo tiene muchas caras. Lo ejercía de forma tranquila, sin agitar toallas y sin dar discursos. Si hablaba era porque tenía algo que decir. Menos era más. Así que cuando abría la boca la gente sabía que iba a ser importante. Siempre predicó con el ejemplo, siempre mantuvo su visión y todo el mundo la acababa compartiendo. No juzgaba, aceptaba. No tenía que exigir nada porque todo el mundo sabía lo que había que hacer, lo que esperaba de cada uno. Eso es lo que era Tim Duncan”.

El poema de Tim Duncan lo ha escrito, sin duda, Popovich con sus sinceras palabras.

A la NBA aún le quedaba llorar una tercera gran y diferente pérdida: Kevin Garnett.

Tercera leyenda en irse. El único de los tres que conoció más de un equipo. Comenzó y acabó su carrera en Minnesota. Los éxitos le llegaron en Boston, con el anillo en 2008. Y probó suerte en Brooklyn.

El corazón, la garra, la intensidad, la provocación, el ‘trash-talking’… Amado y odiado a partes iguales. Y, sin embargo, el jugador que toda franquicia desea tener en su vestuario.

Garnett no escribió un poema, no buscó las luces, el show… Tampoco encontró un glosador como Popovich.

Dejó un vídeo, de apenas treinta segundos.

Kevin Garnett, más de media vida en la NBA. Foto: Instagram Minnesota Timberwolves.
Sobrio, en blanco y negro, con la voz ronca de Garnett. Sin estridencias. Sincero, puro: “Estoy agradecido. Ni siquiera puedo poner esto en palabras. Estoy agradecido. Estoy agradecido por todos, por el amor que me han mostrado. Nunca habría pensado que la gente me quisiera así. Pero, para que sea realidad es simplemente algo más, hombre. Hombre”.

A sus cuarenta años, más de media vida en la NBA, el físico hacía tiempo que había dicho: Para.

Quiso antes regalar una última lección a los jóvenes Wolves.

Nadie mejor que ellos para resumir lo que significa Garnett:

“Sin duda, uno de los mejores que ha jugado jamás a este juego. Aprendí qué significa de verdad el trabajo duro. Gran compañero de equipo. Fue un sueño hecho realidad jugar a tu lado. ¡Qué carrera más increíble has tenido! Me gustó verte jugar todos los partidos. Gracias de nuevo BigTix” (Ricky Rubio).

El carácter de Garnett, de cualquier manera, pronto regresará. Doc Rivers y Tyronn Lue, con los que coincidió en Boston, ya le han pedido que se una a sus respectivos equipos técnicos. “No siempre encuentras a un tipo como él, con una voz tan fuerte. Tan clara y tan impactante en el vestuario”, ha ensalzado Rivers. 

Kobe, Duncan y Garnett.

Fin de una era.

La NBA del siglo XX baja casi por completo la persiana.

Apenas quedan tres clásicos: Dirk Nowitzki, Vince Carter y Paul Pierce, que ya ha anunciado que afronta su última temporada. Y dos secundarios de lujo: Jason Terry y Andre Miller, que es agente libre.

Las retiradas de Kobe, Duncan y Garnett han cerrado una época. Veinte años de baloncesto. Veinte años de NBA.